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La Salud Y Las Estaciones, El Romanticismo Y El Amor Por La Naturaleza







Lo que pasó


Estos boletines están escritos, algunos por Liliana Racauchi y otros por José Bidart, luego cada uno aporta lo suyo al escrito del otro, su punto de vista, y lo enriquece.

Éste en particular está hecho por mi, Liliana Racauchi y comienzo a escribirla, a un día del comienzo de la primavera, 20 de setiembre, aquí en el hemisferio sur de América.

Hace una semana ya estaba escrito en su totalidad, luego de varias semanas de trabajo. Cuando estaba en la corrección final y ya se habían escrito 18 hojas, esta magia de la tecnología que tiene también sus vericuetos y sinsabores, por un error personal, hizo que todo se borrara.

La primera sensación fue de amargura, frustración, desazón, en fin fueron tantos sentimientos que de recordarlos me asoma una cierta congoja. Luego durante ese mismo día fluctué en diversas sensaciones, pensaba que no iba a poder hacerla nuevamente, que no iba a encontrar la fuerza necesaria, que no iba a recordar todo lo que ya había escrito, que cómo podría conectarme nuevamente con la Naturaleza, si todo el tiempo utilizado anteriormente había sido de inspiración y ésta no viene en cualquier momento…

Acompañada de la tristeza, me senté, cerca de las 5 de la tarde, sobre una piedra grande, en un espacio silencioso de ruidos humanos, debajo de un árbol añejo, que comenzaba a sacar sus brotes, de un verde intenso. Había un sol radiante, el cielo azul, sin una nube, el frío del invierno había cedido su paso a una suave brisa cálida, los pájaros estaban alegres, el único sonido alrededor era el de sus cantos; los rosales, que estaban frente a mi, asomaban sus incipientes pimpollos, el jacarandá que había sufrido fuertemente las heladas en inviernos anteriores mostraba sus pequeños brotes también, el césped mismo dejaba su amarillo del invierno y más allá del riego brotaba su verdor, los jazmines de la galería hacían sentir su fragancia, a pesar de lo que me distaba de ellos, las glicinas de la galería más lejana, caían en racimos, dándome a lo lejos la visión de un manto lila.

Frente a todo eso que me rodeaba, ¿Cómo no iba darle mi tributo a la Naturaleza, volviendo a escribir esta nota?

A pesar de la tristeza, sentí que nuevamente la haría, que en la Naturaleza misma, en todo lo que estaba observando en ese momento, estaba la fuente de inspiración, que frente a todo lo que recibía de ella, mi problema había perdido fuerza y que en agradecimiento a lo que me hacía sentir en ese instante, no podía más que ofrecerle este homenaje de transmitir sus bondades y la posibilidad que ella tiene de ayudar a equilibrarnos.¡Así es que aquí estamos nuevamente conectados, la Naturaleza, ustedes lectores y nosotros!







La Naturaleza


La Naturaleza no es algo que está separado de los seres humanos, somos naturaleza, somos parte de los seres vivos que habitan este planeta y somos también, parte del Universo y del entramado entre todo lo existente.

Muchas veces se habla de integrarse a la Naturaleza, pero en verdad si uno siente que forma parte de ese entramado y ve la interrelación entre todo lo existente, sabe que somos una ínfima parte y que nuestra existencia está basada en el funcionamiento y la existencia de todo cuanto nos rodea y que lo que sucede en una minúscula parte del Universo, también sucede en cada uno de los seres vivos.

Todo esto implica también, que lo que le sucede a un humano también le sucede a otro humano.

En la Naturaleza se manifiestan ciclos de crecimiento, muerte, siembra, recogimiento,  extroversión, expansión, introversión, quietud, retraimiento, fertilidad, florecimiento,  lentitud, debilitamiento, fortaleza, abundancia, sequía, apaciguamiento, desborde, desbastamiento…

En nosotros los humanos también ocurren estos ciclos y muchos de éstos tienen que ver con la época del año en que vivimos, con lo que se manifiesta en la estación que estamos atravesando, tienen que ver con el clima, con la temperatura, con el viento, la lluvia, la sequedad reinante, si la naturaleza está en un momento de contracción o expansión, de frío o calor.

Ser parte de la Naturaleza es aprender a vivir en función de sus ciclos, poder observar lo que ocurre fuera de nosotros mismos, en todo lo que nos rodea, estar atento al crecimiento y ocaso de las plantas, poder percibir las manifestaciones de los animales que nos rodean, sus momentos de alegría y tristeza, sus actitudes de miedo, de protección, de agresividad. Ver lo que cada estación nos muestra, los cielos, las estrellas, la luna, el sol, su posición frente a la tierra, los brotes incipientes y la hojas cuando caen y cumplieron su ciclo, los pájaros cuando cantan, cuando están y cuando no se los ve.

Si se pone atención a lo que ocurre en la Naturaleza es posible relacionar todo esto con uno mismo, con el cuerpo, con la mente, con las emociones. Va más allá de vivir en el campo o en la ciudad; viviendo en una ciudad podemos observar el ciclo de la luna, cómo crecen los árboles de las veredas, si hay pocos o muchos pájaros posando en dichos árboles y cómo se comportan las plantas del balcón.

Es muy parecido lo que ocurre en la Naturaleza entre los diferentes seres vivos, con lo que a uno mismo le ocurre, además de la influencia que ésta tiene en nuestros propios ciclos de autorregulación. Por ejemplo, podemos observar cómo la luna actúa en relación a los ciclos de fertilidad de las plantas. Dependiendo del estado de la luna, es posible que al sembrar pueda o no fertilizar una semilla. También la luna influye sobre las mareas y los ciclos de fertilidad en las mujeres. Ejemplos de comportamiento de seres vivos y su relación con lo que a uno mismo le ocurre hay infinitos, por ej., las plantas cuando se les acerca para arrancarlas, exhalan un perfume, como en actitud de defensa. También está comprobado que las plantas de interior cuando permanecen en lugares donde se escucha música clásica crecen mejor. Lo mismo ocurre con los seres humanos, se ha comprobado cómo crecen mejor los niños a los que se los cría escuchando música de Mozart.

Observando el comportamiento de animales, podemos darnos cuenta de nuestras propias actitudes. Si observamos las aves, vemos cómo cuidan sus nidos y tratan afanosamente de proteger a sus crías, lo mismo ocurre con muchas especies de animales. También en la observación de los mismos vemos su comportamiento de defensa, ataque, miedos. Es decir tenemos comportamientos similares, sentimos dolor, sufrimiento, alegría. De ahí que cuidar a la Naturaleza es cuidarse a uno mismo y cuidarse a uno mismo es cuidar a la Naturaleza.

Las plantas por ejemplo, necesitan tierra fértil para crecer, cuando la tierra en que crecen está abonada, difícilmente se acerquen hormigas, pulgones, virus, hongos. También cuando están enfermas, no hace falta usar químicos para curarlas, con modificar la calidad de la tierra, usando tierra orgánica, fuerte, tierra de cerco, como se dice aquí en el campo, la planta se fortalece. Cuando la planta tiene buena tierra y  agua en cantidad suficiente, sin exceso ni carencia, crece adecuadamente.

A nosotros los humanos, nos sucede algo parecido, mejorando la calidad de nuestra sangre nos fortalecernos, sin necesidad de usar medicamentos que eliminen el síntoma, sino cambiando la calidad de nuestra sangre, abonandola con pensamientos, alimentos, actividad física, que permitan mejorarla, al igual que lo que ocurre con las plantas.

Cuando vivimos conectados con la Naturaleza, observándola y observándonos, nos damos cuenta que somos Naturaleza y que no es muy distinto lo que pasa afuera de lo que pasa adentro de uno mismo. Observando las posibilidades que la Naturaleza tiene de equilibrarse, vemos que nosotros también la tenemos y aprendiendo a vivir en consonancia con ella, aprendemos a equilibrarnos de formas naturales sin necesidad de recurrir a elementos artificiales, químicos, que luego terminan generando otro problema a resolver, bajando nuestro sistema inmunológico y energía vital.

La Naturaleza es una fuente de inspiración, de romanticismo, de enamoramiento, así lo ha sido a lo largo de la historia humana, el contacto con ella a través del acercamiento a todos los seres vivos, sensibiliza, uno está perceptivo, sensitivo, pierde la sensación de autocentramiento, pierde magnitud la problemática personal, uno ve que lo de uno no es nada, frente a lo inconmensurable de la vida.

Esta sensibilidad que la Naturaleza genera en uno, es la que luego nos sirve y necesitamos para poder vernos internamente, para comprender la vida en toda su dimensión y comprender nuestros conflictos y formas de manifestarnos.

La Naturaleza, también nos fortalece, ya que observándola, aprendemos como se regula todo lo que existe a nuestro alrededor naturalmente. Esta observación nos va haciendo independientes, sobretodo de las opiniones de otros, y encontramos a partir de esa observación la posibilidad de auto curarnos, equilibrarnos y saber qué tenemos que hacer para estar bien, cosa que nadie sabe mejor que uno mismo.

El Romanticismo


Se asocia a la primavera con el romanticismo, pero en verdad todas las estaciones tienen que ver con la posibilidad de ser romántico.

Ser romántico sería estar enamorado, pero no de alguien en particular sino de todo, de la vida en sí. En esto la Naturaleza tiene una gran implicancia, porque justamente a partir de estar integrado a ella, adviene ese sentimiento de amor, de conexión con todo lo existente. Ser romántico es sentirse conmovido frente a cada pequeña e insignificante manifestación que la vida presenta, desde el trabajo que realiza una hormiga que lleva su comida al hormiguero, hasta por el colorido de las flores, la gota que cae de una fruta madura que aún permanece en el árbol, la presencia de los árboles grises, sin hojas en el invierno, el llanto o la sonrisa de un bebé, las hojas ocres y amarillas del otoño, los leños en la chimenea del invierno, una música agradable, las diferentes texturas, en fin, es ver la belleza en todo, incluidas las cosas más desagradables, pero que forman parte de la vida misma.

Ser romántico es poder tener un sentido no mecánico o solamente racional de la vida, sino mirar desde las sensaciones, desde los sentidos y en eso el acercamiento a la Naturaleza tiene mucho que ver.

Hemos perdido este atributo, el de mirar con ojos románticos, incluso cuando se ve a alguien que funciona así resulta extraño, porque lo corriente, lo común, está imbuido  de juicio, de especulación, de comparación, de desconfianza, de cemento, plástico, química, tecnología, que si bien son necesarios para determinadas circunstancias y tienen su utilidad, han invadido nuestra forma de mirar, de percibir la vida, de conectarnos unos con otros, generando actitudes individualistas, frías, mecánicas, deshumanizadas.

La observación de la Naturaleza, el aprender de ella, el confiar en sus ciclos de autorregulación, el aprender que en ella se encuentran todas las posibilidades de armonía necesarias para que un ser humano viva bien, nos posibilita tener una mirada romántica de la vida. El ser romántico se asocia con la ingenuidad, la ilusión, la debilidad, sin embargo, esta forma de mirar no significa que a su vez no podamos reflexionar con lucidez, o que no veamos la realidad tal cual es y que usemos nuestras capacidades intelectuales para también comprender los diferentes procesos del vivir. Equilibrar todos nuestros aspectos redunda en sencillez, alegría y salud.

El Concepto de Equilibrio








Una de las leyes fundamentales del Universo y de la Naturaleza, son la del cambio y la del equilibrio.

La “Ley del Cambio” alude al hecho de que en todo el Universo nada está estático, sino que todo está en movimiento constante, con lo que el cambio es un estado permanente, que se manifiesta en todo lo existente.

La “Ley del Equilibrio” alude al hecho de que éste es un estado resultante de la actuación de fuerzas antagónicas, que se contrarrestan.

Ya los orientales explicaron este concepto a partir de la teoría del Yin y Yan. La unión de estos opuestos genera la armonía, un estado en el cual, las dos fuerzas polarizadas se unen generando equilibrio.

A partir de la comprensión de estas dos leyes podemos deducir que todo funciona en permanente cambio, en la búsqueda de ese estado de armonía y que así se manifiesta todo en el Universo y en la Naturaleza, incluidos nosotros mismos.

Ejemplos de esto son el día y la noche, lo claro y lo oscuro, lo blando y lo duro, lo rígido y lo flexible, el frío y el calor, lo activo y lo pasivo, lo de arriba y lo de abajo, lo quieto y lo inquieto, lo lento y lo rápido, lo



 femenino y lo masculino, lo pasivo y lo activo, lo contractivo y lo expansivo y tantos ejemplos más.

Lo seco se equilibra con lo húmedo, lo frío con lo caliente, lo blando con lo duro y lo flexible con lo rígido…

En la Naturaleza, a partir de sus ciclos y concretamente en el devenir de las estaciones, todo busca equilibrarse. Los árboles quedan sin hojas en invierno y comienzan a brotar en primavera, el sol está más lejos de la tierra en invierno y en primavera se va acercando, cuando el calor arrasa en verano, suelen aparecer las lluvias que contrarrestan el calor.

En las personas cuando se llega a un estado de máxima tensión hay algo que se descarga y produce una distensión.

Si bien el equilibrio no es un estado absoluto, ya que por la misma ley del cambio, diríamos que el equilibrio es un estado móvil, todo pareciera ir en el Universo y la Naturaleza, en busca de estados de armonía. Comprender los ciclos de la Naturaleza a partir de las estaciones, y la capacidad que ésta tiene de encontrar su propio equilibrio, nos permite ir encontrando estados aproximados de equilibrio y armonía en nosotros mismos, a partir de nuestras diferentes manifestaciones.







La Primavera


Cada estación nos presenta su peculiaridad. Podríamos decir que la primavera es un renacimiento, es el salir afuera de todo lo que estaba oculto, durmiente y quieto durante el invierno. La primavera es el renacer de la Naturaleza en su totalidad. Todo brota,  florece, se asoma, como pidiendo permiso para crecer.

El sonido del canto de los pájaros es más intenso. Los verdes de los brotes de las hojas de los árboles dan esa sensación de brillo que se ve alrededor, los aromas de jazmines, madreselvas, rosales y glicinas inundan el ambiente. La brisa cálida del viento se interpone frente al aire fresco del invierno, el sol está diáfano, tibio, más cerca de la tierra. Todo comienza a realizar su ciclo de crecimiento; al estar el sol más cerca los días son más largos, todo pareciera relajarse, nosotros también. Los vientos se hacen más fuertes, se esparce tierra y polen. Las flores muestran su colorido. Nuestros corazones están más alegres y ese estado de exteriorización que la naturaleza tiene también se hace propio en cada ser humano.







Manifestaciones físicas








Así como todo brota, como todo se exterioriza y florece en primavera, nosotros también necesitamos sacar afuera, exteriorizar.

Durante el invierno acumulamos exceso de alimentos grasos, de alimentos muy cocidos, para darnos calor, consumimos alimentos de mayor densidad, producto de la necesidad de contrarrestar el frío.

En primavera al haber más calor, el organismo comienza a eliminar lo acumulado durante el invierno.

El hecho de que todo brote y salga al exterior, hace que ese mismo proceso que ocurre en la Naturaleza, ocurra en uno mismo, invitándonos a sacar afuera.



Por eso la primavera es un período de desintoxicación, de eliminación de los excesos del invierno. Son comunes en esta época los problemas hepáticos, las alergias, y los problemas circulatorios. La circulación sanguínea comienza a ser más lenta debido a que hay más sol en el ambiente y en consecuencia más calor. El frío hace que la circulación sea más rápida y el calor la enlentece. Aparecen dolores en las piernas y el intestino se hace más lento en su movilidad, por un lado por la sobrecarga hepática y por otro lado por que la sangre circula más despacio.

El hígado es un órgano compacto, duro, que necesita frío, humedad para equilibrarse. Con el comienzo de los primeros calores y



habiendo aún en el organismo resabios del invierno, es decir sobrecargas de alimentos consumidos, que dieron calor, el hígado se ve sobrecargado también, en esta época, por lo cual es necesario ayudarlo a equilibrarse. Entre los síntomas más comunes de  sobrecarga hepática, podemos mencionar las alergias, dolores de cabeza, mareos, hinchazón abdominal, constipación, a veces diarreas, náuseas y otros…

Las alergias, pueden manifestarse como erupciones en la piel, dolores de cabeza, sin embargo, la forma más habitual es la fiebre de heno. Son manifestaciones de descarga del organismo, que busca sacar el exceso de lo acumulado durante el invierno. (1)

Es necesario acompañar estos procesos sin sobrecargar aún más con ciertos cuidados especiales.







Manifestaciones psicológicas